My First Souvenirs 

            by Jenna Kristen


My first souvernirs 
            

    When I finish crying & say, “Do you want to have sex?”
    he says, “No, because I don’t think that’s what you want,
    I think that’s what you think I want.” He says,
    “I want you to do what you want,” & I say
    “I’m trying,” crying in the cold-blanched notice
    how I make myself the subject for other peoples’ verbs


Want can be like like, in the absence of an object. I can like. I do.
I like “Iskandariya” by Brigit Pegeen Kelly. I like scorpions,
surprise. I like the George Washington Bridge from beneath.
From the caraway seed of my kayak beneath the big-far sound,
an artery’s thrush. I like box-braided steel. I like (maybe) the scary
of chasms of space. I dislike dead drooped fish, died-off wet
paper towels with gone eyes. Airwaves of white gulls prophecy
the zones of stink and hull-thunk. Like a toddler wrecks a puzzle,
I don’t like the wreck but the motion, the shiny of can’t-go-back-now.
I like Brigit’s scorpion’s bookstacks. Dislike the popped vein in my pork,
blurp of blood thick like how he says the Harlem River feels. Choked-up,
no drainage, it’s not her fault, how, in her still, she congeals to a subject
for laboring verbs.


    When he says, “I think that’s what you think I want,”
    he does not say, “I want,”   he says,   “you,”
    sees my shelved lust, maneuvers my sightline. When we paddle,
    he says we should not see live fish. If they’re close to the surface, they want air,
    they’re dying, as if want could be anything less than matters of life.



We don’t expect to find lemons, a softball. Their hard-soft pelts
salted & glimmer on cowlicks of waves. “I want to bring them home,”
I say, and he nudges them near. I’ve at last made a choice.




Paper-slim Utopia


Hope must be fleeting                like salt
must be scarce to turn tomato’s taste to sun
Still, it’s false spring and irrelevant
New-shaved shins glint pentacles      In the park
three-piece jazz and a boombox match ruckus    those thrusts
when mmm we sync up so good
Like a ball pit of isosceles the vaccine line     the picket line
prick with flirt    flesh undermined to gold        Like a horcrux
the side effects blast through    burn out
some capacity for hurt and today,
a shoe fits                                                 (just)
The transcendental fuck its own love
I hold both my elbows to pilot a morning
of fleeting balloons

   Mis primeros souvernirs 

            traducido por Enrique Aureng Silva


Mis primeros souvenirs


    Cuando termino de llorar y digo —¿quieres tener sexo?—
    él dice —no, porque no creo que sea lo que quieras ,
    creo que es lo que crees que quiero yo— y dice
    —quiero que hagas lo que quieres— y yo digo
    —eso intento— y en el blanco frío lloro y noto
    que yo misma me vuelvo sujeto de los verbos de otros


Querer puede ser como gustar, en ausencia de un objeto. Yo puedo gustar. Lo hago.
Me gusta “Iskandariya” de Brigit Pegeen Kelly. Me gustan los escorpiones,
qué sorpresa. Me gusta el Puente George Washington visto desde abajo.
Desde mi kayak, una semilla de comino, debajo del gran sonido lejano,
zorzal de la arteria. Me gusta el acero trenzado. Me gustan (quizá) los aterradores
abismos del espacio. No me gustan los peces muertos, lánguidos, extintas toallas
empapadas con ojos idos. Ondas radiales de gaviotas blancas profetizan
zonas de peste y cascos huecos. Como el bebé que arruina un rompecabezas,
no me gusta el naufragio sino el movimiento, el brillante ya no hay vuelta atrás.
Me gustan los estantes del escorpión de Brigit. No me gustan los nervios en mi cerdo,
burbujas de sangre tan gruesas como según él se siente el río Harlem. Ahogado,
sin drenaje, no es su culpa, cómo, en su quietud, ella cuaja en el sujeto
de verbos laboriosos.


    Cuando él dice —creo que eso es lo que crees que quiero yo—,
    no dice —quiero yo—,      dice    —tú—,
   ve mi lujuria archivada, manipula mi horizonte. Cuando pedaleamos,
    dice que no deberíamos ver peces vivos. Si están cerca de la superficie, 
    quieren aire, están muriendo, como si el querer pudiera ser algo menor
    a una cuestión de vida.


No esperábamos encontrar limones, ni pelotas. Sus pieles duras y suaves
destellan saladas sobre remolinos de olas. —Quiero llevarlas a casa—
digo y él las acerca. Por fin he tomado una decisión.




Utopía como el papel delgada


La esperanza debe ser efímera                como la sal
debe ser escasa para convertir el sabor del tomate en sol
Aún así, primavera falsa e irrelevante
Espinillas recién afeitadas destellan pentagramas     En el parque
un trío de jazz y una casetera emparejan al bullicio         esos impulsos
cuando mmm nos sincronizamos tan bien
Como una alberca de pelotas triangular la fila para la vacuna   para la protesta
un tarado con coqueta         carne desinfectada a oro          Como un horcrux
penetran los efectos secundarios     agotan
cierta capacidad para dañar y hoy,
un zapato entra                                                 (apenas)
Lo trascendente jode a su propio amor
Yo sostengo ambos codos para pilotear una mañana
de fugaces globos